Si algo le faltaba a esta diktadura era entregarle a la ciudadanía una tarjeta asesina. Y esto es lo que ha ocurrido. ¿Con qué finalidad? Generar miedo colectivo.
Pero no tenemos miedo. Es más: por esto, y por todo lo otro, vamos juntos a cacerolear. De la mano. Con amor. Con tolerancia. Con verdad. Sólo así podremos voltear a la yegua montonera y, una vez en el suelo, patearla y escupirla. Pero siempre desde el diálogo y el consenso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario